La Guerra Civil (1936-1939) supuso una ruptura
en la evolución de la cultura española con relación a las corrientes europeas.
Tras el conflicto bélico, España queda sumida en un profundo aislamiento tanto
cultural como político. Se cierran las fronteras a toda influencia que se
considere nociva para el orden político establecido por la Dictadura, y se
instaura un fuerte aparato de control y censura de las publicaciones. El
ambiente bélico que caracteriza el momento histórico general, en el plano
literario conlleva a tendencias al escapismo o a la temática de guerra.
La Generación del 27, que se hallaba en plena madurez
creativa, se deshace bruscamente. Federico García Lorca es fusilado
durante la Guerra, otros poetas parten al exilio (Salinas, Cernuda,
Alberti, Guillén), y los que se quedan en España (Aleixandre,
Dámaso Alonso) se convierten prácticamente en los únicos referentes para
los jóvenes creadores de posguerra.
En los años cincuenta, ciertos cambios
socioeconómicos, que se extienden hasta la década de los sesenta, anuncian una
incipiente apertura del régimen franquista. Todo ello originará nuevas
tendencias literarias. España se incorporará lentamente a organismos
internacionales como la ONU (1955) y empezará a observarse una tímida
liberalización intelectual.
1.
LOS AÑOS
40.
Las principales tendencias poéticas de la posguerra
española se articulan en torno a cuatro revistas literarias:
·
Garcilaso: de línea clasicista, de belleza formal que muy a
menudo se desentiende de los problemas del hombre, cuyos máximos exponentes son
Luis Felipe Vivanco (El descampado), Leopoldo Panero (Canto
personal), Luis Rosales (La casa encendida) y Dionisio
Ridruejo (Elegías). Los temas fundamentales son el amor, el
paisaje y el sentimiento religioso, hacia un Dios que da sentido al mundo.
·
Espadaña: nace como respuesta a la anterior. Es una poesía rehumanizada,
a veces con tonos cercanos al tremendismo, donde el hombre (y sus tristes
circunstancias) es el tema central. Los principales representantes de esta
línea son Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, Leopoldo de Luis,
y los primeros libros de Gabriel Celaya y Blas de Otero.
·
Cántico: Es la revista de la poesía pura. Su nombre procede
de Guillén. Su máximo representante es García Baena. El tema principal
será el del amor: habitualmente se trata de amores prohibidos. Las dos obras
principales de Baena son Junio y Óleo.
·
Postismo: se funda en 1945. Su existencia demuestra que también
hay lugar para las Vanguardias. Su fundador fue Carlos Edmundo de Ory.
Se reivindica la libertad creativa, lo lúdico.
2. LOS AÑOS 50. POESÍA
SOCIAL.
En torno al año 1955 la poesía española se llena de
contenidos sociales. Esta tendencia es iniciada por tres libros fundamentales: Historia
del corazón, de Vicente Aleixandre,
Pido la paz y la palabra, de Blas
de Otero y Cantos iberos, de Gabriel Celaya. Sus rasgos más significativos son: defienden
que la poesía debe tomar partido ante los problemas del mundo, consideran la
poesía como un instrumento o herramienta más para transformar la sociedad,
piensan que el poeta debe ser solidario con los demás, y, técnicamente,
anteponen el contenido a la forma, por lo que usarán un lenguaje claro,
sencillo y un tono coloquial.
La importancia de Blas de Otero como poeta
estriba en que resume perfectamente las diversas fases por las que pasa la
poesía española desde el fin de la Guerra Civil hasta principios de los años
70. Su obra poética se puede subdividir en tres grandes etapas:
1ª. Poesía existencialista ("desarraigada")
durante los años 40. Corresponde a la ruptura del autor con la religiosidad: el
individuo fracasa al buscar a Dios como elemento de apoyo o arraigo vital. Sus
primeros textos poéticos fueron de temática religiosa (Cántico espiritual).
Desde sus inicios muestra su admiración por Fray Luis de León y San Juan de la
Cruz.
2ª. Poesía "social" durante los años
50. Esta etapa corresponde a sus primeros contactos con los postulados del
Marxismo, ideología que asumirá finalmente. Publica Pido la paz y la
palabra, Hacia la inmensa mayoría. Antonio Machado se
convierte en referencia constante. El tema de España se manifiesta de varias
maneras: la denuncia del presente y la esperanza en un futuro mejor (poemas
abiertamente políticos), la imagen idealizada de la fisonomía española (poemas
paisajísticos de naturaleza simbólica), la fusión de lo político y lo
paisajístico en un mismo poema, etc.
3ª. Desde 1965 se registra una evolución personal
en cuanto al tipo de lenguaje utilizado, pero sin abandonar la temática social.
El tema de fondo es siempre el paso del tiempo y el íntimo sentimiento del
acercamiento de la muerte.
Gabriel Celaya (Rafael Múgica
es su nombre real) es uno de los más destacados representantes de la que se
denominó «poesía comprometida». Vivió en la Residencia de Estudiantes, donde
conoció a Lorca y otros poetas del 27. Su primera etapa es de carácter
existencialista, pero en los años cincuenta se integra en la estética social
del compromiso: Lo demás es silencio y Cantos Iberos,
verdadera biblia de la poesía social: la poesía no elitista, al servicio de las
mayorías, "para transformar el mundo".
Junto a los dos anteriores, el tercer
representante de esta época es José Hierro, poeta inclasificable dentro
de ninguna tendencia. Su poética es heterogénea: cultivó las líneas existencial
y social pero sin identificarse del todo con ninguna. Lo característico de su
poesía es su humanidad y rigor estético. Destacan dos tipos de poemas: el
poema-reportaje (testimonios) y las alucinaciones (donde ahonda en
sus emociones). Citaremos como títulos relevantes: Cuanto sé de mí, Libro de las alucinaciones, Antología poética,
Cuaderno de Nueva York.
3. LOS AÑOS 60.
A finales de los cincuenta apareció un grupo de poetas
que, sin dejar los temas sociales, buscaba una mayor elaboración del lenguaje
poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal. Para ellos el poema
es un instrumento que permite al ser humano –y, por tanto, al poeta—conocer el
mundo, conocerse a sí mismo. Son los poetas conocidos como la Promoción
de los sesenta: Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José
Ángel Valente, Francisco Brines y Claudio Rodríguez entre otros.
Se
puede establecer una temática común a todos ellos:
- La
reflexión sobre el paso del tiempo (el tiempo pasa y destruye; sólo la
infancia y la adolescencia se verán como un paraíso perdido);
- El amor como cauce
del erotismo y la amistad;
- La
reflexión sobre la creación poética.
- En algunos poemas tratan asuntos de tema social y
político, pero tratados con ironía, un cierto distanciamiento autocrítico y una
mayor perfección estilística.
4. LOS AÑOS 70. LOS
NOVÍSIMOS.
José María
Castellet publica
en 1970 la antología Nueve novísimos poetas españoles, en la que
aparecen Vázquez Montalbán, Félix de Azúa, Pedro Gimferrer,
Ana María Moix, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Leopoldo
María Panero, José María Álvarez y Antonio Martínez Carrión.
Estos autores aportan una nueva sensibilidad: prestan una mayor atención a la
pintura, la música, la arquitectura, la literatura de otros países, así como a
los medios de comunicación de masas (cine, televisión, cómic). Es la poesía de
la sociedad capitalista de consumo, a la que critican duramente. Rompen con la
cultura tradicional e incorporan en sus poemas un gran número de motivos
culturales, lo que les ha valido el nombre de culturalistas. Lo
importante desde el punto de vista poético es el estilo: “Poetizar es, ante
todo, un problema de estilo”, dirá Carnero.
Crean una poesía con frecuencia hermética, de gran dificultad de lectura. Arde
el mar (1966) de Pedro Gimferrer y Dibujo de la muerte (1967)
de Guillermo Carnero abren el camino para el resto de poetas.
5. La poesía del exilio.
Para completar
el panorama de la poesía española de estas tres décadas es necesario mencionar la
poesía del exilio. El tema recurrente de los poetas exiliados es el de la
patria dejada atrás, una patria ocupada por el bando vencedor, hacia la que, en
un primer momento, se siente rechazo. Con el tiempo, esta visión se va
matizando y va surgiendo un sentimiento de añoranza de una tierra donde los
poetas vivieron su infancia y juventud. Español
del éxodo y del llanto, de León Felipe, es una de las obras
cumbre de la literatura del exilio.
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