El concepto de lírica y los distintos subgéneros
El concepto moderno de poesía lírica, referido a las composiciones poéticas de tipo intimista y centrado en la expresión de sentimientos personales, especialmente amorosos, dista mucho de la concepción primitiva de este género. Para los antiguos griegos, y también para los primeros líricos latinos, la definición de lírica partía de los aspectos formales y no del contenido. A diferencia del carmen epicum, el carmen lyricum designaba un canto musical con acompañamiento de lira.
En la antigua Roma, el nacimiento de la lírica se produce de forma bastante tardía, puesto que los primitivos carmina conuiualia pueden considerarse los precedentes remotos de la poesía épica, pero no de la lírica. Los distintos subgéneros líricos (epigrama, oda, epilio, elegía, yambo, etc.) comienzan a aparecer en Roma a finales del siglo II a.C. como resultado de la influencia de los antiguos líricos griegos y, en particular, de la poesía helenística de los alejandrinos. Sin embargo, el movimiento poético más importante, destinado a revolucionar totalmente la lírica latina, será el de los llamados poetas neotéricos.
Los neotéricos
Ya en el siglo I a. C. surge un grupo de poetas a los que Cicerón denominaba irónicamente poetae noui o neóteroi, «innovadores» o «modernos», con la carga negativa que en la Roma conservadora y tradicional tenían estos términos. El ideal poético de los neotéricos se inspira, sobre todo, en el poeta alejandrino Calimaco (siglo III a. C.) y tiene como principio el rechazo de la épica tradicional romana y, en general, de toda la poesía solemne y prolija. Los neotéricos defienden, por el contrario, un tipo de composición breve, refinada, delicada y con altas dosis de ironía. Los argumentos de sus composiciones no son las gestas heroicas y los hechos trágicos, sino los pequeños detalles de la vida cotidiana. Frente a la grauitas o seriedad de la poesía oficial romana, estos poetas vanguardistas prefieren una poesía de tipo lúdico (Cátulo denomina nugae [tonterías] a algunas de sus composiciones), cuyos valores predominantes son la urbanitas (concepto que engloba ciertas dosis de ligereza, esnobismo, ironía, pose...) y la amicitia. Además, el poeta nouus es ante todo doctus, posee vastos conocimientos literarios y mitológicos y es capaz de dar una forma elaborada y exquisita a sus versos.
En este círculo de poetae noui se encontraban Valerio Catón, Licinio Calvo o Elvio Cinna, autor este último de un epilio (breve poema mitológico de corte amoroso), titulado Smyrna y considerado por sus contemporáneos un verdadero monumento literario. De todos ellos solo han llegado hasta nosotros algunos fragmentos aislados. Sin embargo, se conserva la mayor parte de la producción de otro neotérico, Cátulo, que para muchos es el más grande poeta lírico de la literatura latina.
Catulo
La obra poética de Catulo está integrada por 116 composiciones o Carmina agrupadas en un solo libro. Los primeros 60 poemas son de tipo polimétrico (yambos, endecasílabos, sáficos, etc.) y reúnen composiciones breves de argumento ligero; los poemas 61-68 son más largos y evidencian una mayor elaboración literaria: epitalamios, epilios y elegías, como La cabellera de Berenice (Carmen LXVI) o Las bodas de Tetís y Peleo (Carmen LXIV); por último, los poemas 69-116 son de nuevo composiciones breves en metro elegíaco y epigramas.
Desde el punto de vista temático, el grupo más numeroso es el compuesto por los poemas de tipo amoroso y erótico. Su lectura nos permite asistir a las diversas fases por las que atravesó su relación con Lesbia.
Además de este motivo central, en las composiciones de Catulo encontramos también la expresión de sentimientos de ternura hacia sus amigos y amantes, o las burlas más desenfadadas y las caricaturas más ridículas de sus adversarios literarios.
Pervivencia de Catulo
En la Edad Media, su poesía fue tachada de obscena. A partir del Renacimiento, y sobre todo en el romanticismo, influyó en gente como Ronsard, Alexander Pope, Lope de Vega, Góngora, y mayormente en los "novísimos".
La poesía lírica en la época de Augusto
Horacio
Sus composiciones propiamente líricas son los Epodos y las Odas.
• Los Epodos o Iambi (Yambos) fueron publicados en el año 30 a.C. Se trata de diecisiete composiciones en metro yámbico en las que el poeta imita a los antiguos líricos griegos del siglo VII a.C., especialmente Arquíloco e Hiponacte, así como los yambos de Calímaco, que tanto influyeron en los neotéricos. En la antigua lírica griega, el yambo era el metro, y también el género literario, característico de las obras de contenido polémico y sarcástico, propio de la invectiva, y de tono y lenguaje agresivo e incluso violento. Constituía, a la sazón, un tipo de composición acorde con el temperamento juvenil e inquieto de un Horacio más rebelde, exaltado y enérgico que el de sus obras posteriores. En ellos encontramos viejas libidinosas, hechiceras, avaros y nuevos ricos objeto de las iras del poeta. Los epodos horacianos, no obstante, son mucho más moderados que los de sus predecesores griegos, y la invectiva y la crítica quedan en un segundo plano en muchas composiciones.
• Las Odas o Carmina, formadas por un total de 103 poemas, se publicaron en cuatro libros. Los tres primeros fueron compuestos probablemente entre los años 30 y 23 a. C., mientras que el último vio la luz en el 13 a.C. El poeta toma como modelos de estas composiciones a los líricos griegos Alceo, Safo, Asclepíades y Anacreonte. Sin embargo, la imitación horaciana transforma hasta tal punto los modelos helénicos que el resultado es una poesía de inspiración completamente diversa. Con los neotéricos, comparte su interés por la perfección formal del verso, el pulido o labor limae, pero se aparta de ellos en cuanto que su poesía es menos lúdica, busca la profundidad del sentimiento antes que el divertimento. Además, la armonía y la sobriedad, el equilibrio y la densidad conceptual hacen de estas composiciones la cumbre de su producción. Por lo que se refiere al contenido, las Odas presentan una alternancia equilibrada de composiciones relativas a sucesos de la vida pública romana y a acontecimientos personales del poeta. Encontramos así las llamadas odas «civiles» o «romanas», dedicadas sobre todo a exaltar la política reformadora de Augusto, junto a otras religiosas o mitológicas, autobiográficas, amorosas e incluso de contenido filosófico o existencial.
En general, la poesía de Horacio carece de la intensidad y de la pasión desbordada que transmiten los poemas de Catulo. Sin embargo, las odas horacianas superan en equilibrio, exquisitez y perfección formal a cualquier otro poeta latino. Muchos de los tópicos poéticos imitados por poetas de todas las épocas y de todas las lenguas, como el Carpe diem, la Áurea mediocritas o el Beatus ille, tienen su origen en las composiciones de Horacio.
Pervivencia de Horacio
Influye en Garcilaso, Petrarca, Ronsard, o poetas de la generación del 27 como Jorge Guillén y Gerardo Diego.
Los poetas elegíacos
En la primitiva tradición literaria griega, la elegía (del griego élegos, «lamento») era un canto de lamento fúnebre que se entonaba con acompañamiento de flauta. De este primitivo origen deriva el carácter melancólico que siempre se ha atribuido al género elegíaco. Sin embargo, ya en algunos líricos griegos, como Mimnermo (siglo VII a.C), encontramos elegías de lamento amoroso, con amargas consideraciones sobre la brevedad de la vida y el sufrimiento por el paso de la juventud. Más tarde, los poetas helenísticos, sobre todo Calímaco, continúan con la tradición de la elegía amorosa, aunque referida casi siempre al ámbito de la mitología.
La elegía latina toma de la griega su carácter doloroso y de lamento, y, sobre todo, desde el punto de vista formal, el metro típico de este género, el dístico elegiaco, compuesto por la combinación de un hexámetro y un pentámetro. Sin embargo, la originalidad de la elegía romana está fuera de toda duda. En efecto, a diferencia de la griega, en la elegía latina predomina el carácter erótico-subjetivo: el elemento personal y la intensidad de la pasión amorosa la distinguen claramente de la poesía elegiaca helénica, caracterizada por su mayor objetividad y mesura.
Los motivos poéticos de este género son muy variados. El amante se convierte en esclavo (seruus) de la amada (puella o domina), que suele ser con él cruel y desdeñosa (saeua), y por ella padece todo tipo de pruebas y vejaciones. Este tipo de seruitium amoris no existía en absoluto en la poesía griega, donde la mujer siempre era la esclava del hombre. Los poetas elegíacos latinos, por el contrario, subliman a la amada: exaltan su belleza hasta el punto de considerarla diuina, semejante a una diosa, cultivada (docta), elegante, sensible y poseedora de todos los encantos.
De este modo, la vida del enamorado se convierte en una verdadera militia amoris, una lucha contra todos los obstáculos para obtener el favor de la amada, que, en muchos casos, no suele corresponder al sentimiento desbordado del poeta y prefiere entregarse a los brazos de otro amante más rico (diues amator). Este hecho provocará el abatimiento del poeta, el lamento por el bien perdido y su nostálgico recuerdo de la felicidad pasada, los tópicos más característicos del género elegíaco.
Los precursores de la poesía elegiaca en Roma fueron los neotéricos. Se piensa que Cornelio Galo fue el creador de la elegía latina, pero al no haberse conservado su obra, se suele considerar el Carmen LXVIII de Catulo la primera elegía escrita en latín. Posteriormente, otros tres grandes poetas cultivaron este género: Tibulo, Propercio y Ovidio.
Ovidio
De la abundante producción poética de Ovidio, que incluye también otras composiciones de contenido didáctico y mitológico o epistolar, nos centraremos a continuación en las de contenido propiamente amoroso y elegíaco:
• Los Amores constituyen su primera obra poética. Están formados por tres libros dedicados a su amada Corina. El género de la obra enlaza con la elegía erótica de carácter subjetivo de Tibulo o Propercio, pero la mayor parte de los poemas son de tono ligero y más bien superficial e incluyen la totalidad de los tópicos de la poesía elegiaca. Sin embargo, el autor manifiesta ya un magnífico conocimiento y un dominio absoluto de sus modelos, y la mayor parte de las composiciones presentan alusiones poéticas a las obras de los maestros precedentes.
• En Ars amandi (Arte de amar), Ovidio se presenta a sí mismo como magister amoris, un experto en técnica amatoria que, a raíz de sus numerosas experiencias en este terreno, se considera capacitado para dar lecciones sobre la conquista amorosa. Aunque por el tema esta obra podría encuadrarse en el género de la poesía didáctica, el contenido y la forma (está escrita en dísticos elegíacos) corresponden plenamente al campo de la elegía amorosa. Ovidio dedica los dos primeros libros a dar consejos a los hombres sobre el arte de la seducción, mientras que en el tercero dirige esos consejos a las mujeres. Toda la obra está impregnada de una gran ironía e incluye también multitud de exempla mitológicos entremezclados con anécdotas de la vida cotidiana que lo convierten, además de su indudable valor poético, en un magnífico documento sobre la sociedad romana en la época de Augusto. En relación con Ars amandi hay que mencionar otras dos obras menores, Remedia amoris (Remedios contra el amor), en la que el poeta muestra los medios para curarse de los perniciosos efectos de la pasión amorosa en el caso de que se haya caído en ella, y Medicamina faciei feminae (Cosméticos del rostro femenino), con consejos de belleza para la mujer.
• Un carácter marcadamente diferente presentan las dos obras pertenecientes a la denominada «poesía del exilio», compuestas a raíz de su destierro, Trístia (Tristezas) y Epistulae ex Ponto (Cartas desde el Ponto), en las que se nos muestra un Ovidio mucho más sincero y profundo, entristecido por la soledad y la nostalgia de su tierra. En ellas, el lamento por su situación presente se contrapone a la mirada melancólica al pasado dichoso que nunca habría de recuperar. Algunas composiciones manifiestan un carácter abiertamente adulatorio hacia Augusto con la esperanza de recibir su perdón.
La trascendencia de la obra poética de Ovidio en la literatura europea ha sido enorme. Su poesía amorosa constituye el germen de las concepciones amorosas y de los grandes movimientos poéticos en lengua vernácula, como el del amor cortés.
Pervivencia de Ovidio
Su huella se nota, por ejemplo, en el "Cancionero" de Petrarca, el "Libro de buen amor" del Arcipreste de Hita, o en Goethe.
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