Si toda obra literaria presupone necesariamente la existencia del lector, en el caso del género dramático la participación del espectador es indispensable. El teatro, además de un texto literario, adquiere otra dimensión al ser representado por unos actores y ante un público, lo cual supone que nos encontremos con dos fuertes condicionamientos comerciales: por un lado, la necesidad de unos locales apropiados y, por otro, el público que asiste, mayoritariamente burgués, acomodado y muy reacio a los cambios bruscos. Esto acarrea dos consecuencias: una ideológica (la escasa crítica social y política de las obras, que buscan el éxito comercial) y otra estética (la casi inexistente innovación técnica).
En este
contexto, entenderemos muy bien el
dilema que obligaba a los dramaturgos a
posicionarse en una de estas dos tendencias:
·
el teatro triunfante, esto es, escribir obras correctas desde el punto
de vista técnico, aunque de carácter comercial.
·
el teatro innovador o vanguardista, que sorprenda el espectador y con
elevada carga de crítica antiburguesa, lo que requiere un público
intelectualmente preparado, algo que, como sabemos, no era lo que abundaba en
aquella España decrépita, en lo económico y en lo cultural, de principios de
siglo XX.
1. El
teatro triunfante en España
En él podemos distinguir varias líneas:
1.1. Teatro continuador del realismo del XIX
Su principal representante es Jacinto Benavente, ejemplo claro de las
concesiones al público burgués. Su primera obra, El nido ajeno, fue bien recibida por los jóvenes intelectuales, no
así por la burguesía. Ante la disyuntiva de ser autor de minorías o de
mayorías, Benavente optó por amoldarse a los gustos mayoritarios, con su “comedia
de salón”, limitándose a censurar
pequeños vicios, sin hacer críticas totales. Sus mejores obras son Los intereses creados (1907) y La malquerida (1913). Recibió el premio
Nobel en 1922. En su haber figura que fue capaz de terminar con el
grandilocuente teatro romántico tardío, gracias a su manejo del lenguaje y de
la dosificación de la intriga; en su debe, sus obras carecen de universalidad
por el escaso alcance de sus críticas.
1.2. Teatro poético en verso
Mezcla de Romanticismo y Modernismo,
ideológicamente muy conservador, con constantes alusiones a las perdidas
glorias del Imperio español, es un teatro eminentemente histórico, con figuras
como el almeriense Francisco Villaespesa,
Eduardo Marquina (En Flandes se ha puesto el sol, 1909) y,
con muchos matices, los hermanos Machado
de La Lola se va a los puertos
(1929).
1.3. Teatro cómico
Se trata de un teatro intranscendente,
cuya única intención es hacer pasar un buen rato, muy reiterativo en sus formas
de conseguir humor: equívocos, juegos de palabras, regionalismos, etc. Destacan los hermanos Álvarez Quintero, representantes del teatro regionalista andaluz,
con un claro dominio de la técnica (El
genio alegre, La Puebla de las
mujeres), Carlos Arniches,
pintor de costumbres madrileñas y creador de la “tragedia grotesca”, donde se
aúnan lo risible y la conmovedor (La
señorita de Trevélez)[1] y el
gaditano Pedro Muñoz Seca, inventor
de un nuevo género, el “astracán”,
parodia en verso del teatro postromántivo (La
venganza de don Mendo).
2. Teatro innovador
Los mejores autores serán Valle-Inclán y
García Lorca, pero debemos reseñar otros dramaturgos que se plantearon un
teatro distinto:
·
Unamuno escribe un teatro de ideas, con poca
acción y escasos elementos escénicos, donde lo fundamental será el texto y el
conflicto de los personajes: Fedra
(1911), El Otro (1927). Algo parecido
intentará Azorín.
·
Jacinto Grau (El señor de Pigmalión) o Ramón
Gómez de la Serna (Los medios seres)
proponen experiencias renovadoras.
·
Pedro Salinas y Rafael Alberti, autores del 27, escriben un teatro interesante. El
segundo como autor (Noche de guerra en el
Museo del Prado) y como director teatral.
·
Jardiel Poncela (Usted tiene ojos de mujer fatal, Cuatro corazones con freno y marcha
atrás, Eloísa está debajo de un almendro) es autor de un teatro de un humor
cercano al absurdo, tan exigente intelectualmente, como mal entendido por la
crítica de su tiempo y por la posterior censura franquista; Miguel
Mihura fue otro renovador del teatro humorístico (Ni pobre ni rico sino todo lo contrario, El caso de la mujer
asesinadita, Maribel y la extraña
familia, Ninette y un señor de Murcia, Tres sombreros de copa). Ambos son
los máximos exponentes de “la otra Generación del 27”, si bien su mayor
consideración vendrá después de la Guerra Civil.
·
Miguel Hernández, quien escribe tres piezas en verso (Quien te ha visto y quien te ve y sombra de
lo que eras, El labrador de más aire y Pastor de la muerte) y una pieza en
prosa, (Los hijos del aire).
2.1. El teatro de valle-inclán
Es uno de los autores más
controvertidos, rigurosos, extravagantes y geniales que ha dado nuestra
literatura. Se inició en el Modernismo con las novelas de la serie de las Sonatas, memorias del marqués de
Bradomín, un “don Juan feo, católico y sentimental”, donde conviven la
elegancia exquisita con la provocación más amoral. Continuó, en una etapa
intermedia, con las Comedias Bárbaras,
la saga de los Montenegro (Águila de
Blasón -1907-, Romance de lobos
-1908- y Cara de Plata -1928), donde aparecen personajes extraños, violentos
o tarados, tiránicos. Estas Comedias,
híbridos entre novela y drama, son difícilmente representables, por su gran
longitud, los cambios rapidísimos de escenario y las extensas acotaciones
escénicas.
Su última etapa, la más lograda, es la
de los esperpentos; sobresalen Divinas
palabras y Luces de Bohemia,
ambas de 1920. España es una deformación grotesca de la civilización europea.
La tragedia es un género demasiado noble para recoger aquel ambiente. De ahí
que “el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética
sistemáticamente deformada”: ese es el fundamento del esperpento[2]. Luces de Bohemia narra la última noche
de vida del poeta Max Estrella, ciego bohemio, pobre y desafortunado, que
deambula por las calles de Madrid camino de su muerte, recorriendo diversos
lugares y dando cuenta de la crítica situación del país. Otros esperpentos son Los
cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán.
[1] Complétese
con los apuntes sobre Luces de Bohemia.
2.2. El teatro de García Lorca
Federico
representa una de las más altas cumbres de la dramática española moderna.
En su
conjunto, la obra de Lorca supone un intento constante de depuración, de
búsqueda del restablecimiento de la pureza original de la palabra evocadora,
connotativa, alejada del servicio utilitario pero sin olvidar su función
comunicativa. Como dramaturgo, muestra un concepto renovador del arte escénico
que ha convertido a Lorca en el
dramaturgo español más conocido de todos los tiempos, un clásico cuyas
obras continúan en los repertorios de las más conocidas compañías teatrales del
mundo.
El
teatro de Lorca parte de tres principios:
·
Depurar
el teatro poético. No escribió sus obras más representativas en
verso, pero supo emplear la expresión adecuada para evocar los ambientes en los
que sitúa la acción. Incorpora ritmos y
formas populares a través de canciones, letrillas, letanías o coros que
conectan su obra con el teatro clásico (Lope de Vega, Calderón de la Barca),
también poético por excelencia. Sus acotaciones, como las de Valle-Inclán son
de un altísimo valor lírico. Es un teatro poético, en el
sentido de que gira en torno a símbolos medulares —la sangre, el cuchillo o la
rosa—, de que se desarrolla en espacios míticos o presenta un realismo
trascendido, y de que, en fin, encara problemas sustanciales del existir.
· Incorporar las tendencias vanguardistas. Si se pueden reconocer influjos del Valle de los esperpentos, algo de Surrealismo, Marquina, el mejor Benavente, también los hay del teatro clásico y el popular. Sin embargo, lo que destaca en Lorca es su habilidad para armonizar y hacer suyos estilos muy diversos.
· Acercar el teatro al pueblo. Y ello no sólo a la hora de escribirlo, sino que se involucró de lleno con la compañía universitaria “La Barraca” y las “Misiones Pedagógicas” para llevarlo hasta el último rincón de nuestra geografía.
La mujer es la protagonista principal de
teatro lorquiano. Una mujer que representa el ansia de libertad en una sociedad
patriarcal y machista, marcada por un destino trágico, por pasiones que se
verán condenadas al olvido o al rechazo. Las obras representan la tragedia de
toda persona condenada a la frustración en sus deseos más íntimos y a la
marginación.
Amor imposible, conflicto entre deseo y realidad; enfrentamiento de libertad y autoridad… En definitiva, el tema de la frustración es una constante en el teatro lorquiano: Bodas de sangre (amor frustrado), Yerma (maternidad frustrada), Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (frustración por la espera) y La casa de Bernarda Alba (amor y libertad frustrados).
También
cultiva un teatro puramente innovador, de raíz surrealista, con obras como El público y Así que pasen cinco años.
Entre las farsas,
destacan La zapatera
prodigiosa, en la que el ambiente andaluz sirve de soporte al conflicto cervantino entre imaginación y realidad, y Amor de don Perlimplín con Belisa
en su jardín.
3.
El teatro durante la
Guerra Civil
La Guerra Civil española provoca
el abandono de la normalidad en los espectáculos teatrales. Lo que se
representa durante la contienda bélica se carga de connotaciones ideológicas y
sirve, en la mayoría de los casos, como propaganda ideológica y parodia brutal
y simplista de las posiciones contrarias. Su poca consistencia artística se
debe en gran medida a haber sido escrito apresuradamente y a la peculiar
situación de autores, público y circuito teatral.
En la zona republicana el
Sindicato de Espectáculos de la CNT se incautó de muchas salas de teatro y
cine, creando el Sindicato de la Industria del Espectáculo. Se representan
obras como Bodas de Sangre de Lorca; Electra de Galdós; La malquerida de Benavente, entre otras.
El teatro ambulante tuvo gran
importancia con las muchas compañías de teatro que recorrieron pueblos,
frentes, cuarteles y hospitales, representando obras de propaganda, pero
también entremeses y clásicos. Aquí destacan las Guerrillas del Teatro, dirigidas por María Teresa León.
[1] Tanto los Álvarez Quintero como Arniches, cada cual en su ámbito regional,
cultivan la Comedia de Costumbres, género heredero de los
entremeses del Siglo de Oro, cuyas características principales son:
ambientación popular, historia amorosa, final feliz, humor y lenguaje sencillo.
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